La democratización de la producción creativa es pues una de las posibilidades que abre Internet, para llegar a una sociedad en la que todos seamos potenciales autores y lectores, creando las «conexiones neuronales» necesarias en la comunidad para avivar el conocimiento tácito común. La consecuencia de ello es una sociedad más libre, más independiente, con capacidad multiplicada de innovación y creatividad, en condiciones que facilitan el ejercicio crítico, la emancipación real de los individuos. En el plano de la convivencia, una anhelada democracia más participativa aparece en el horizonte en este contexto cultural de personas habituadas a la interacción social constructiva. La verdadera igualdad de género, la eliminación de las diferencias sociales y económicas entre regiones, la preservación y asimilación de la cultura vernácula… la libertad de conocimiento dota a la sociedad del equipamiento necesario para conseguir aquellos fines que son obvios en un contexto informado […] La libertad para el conocimiento, la transparencia para los códigos que intermedian la comunicación humana, la creación sin trabas, la superación de la mercantilización totalitaria de la cultura, las posibilidades simuladoras y emancipadoras del ciberespacio son fundamentos que debemos defender si queremos un mundo de riqueza de la diversidad. Una cibercultura superadora de un concepto estrecho de Ilustración depende de la libertad del conocimiento y de la creación, y todo ello no será posible si no van de la mano Internet y la filosofía.
—Javier Bustamante—
Comentario:
Javier Bustamante deja indicados en estas líneas muchos temas de la mayor importancia en la actualidad, pero el primero y quizá el más importante de todos es el de la «democratización de la producción creativa» a través de un uso crítico de la Internet; lo cual va más allá, de inmediato, de esas románticas ideas mediante las cuales se ha venido postulando y defendiendo, en toda su ambigüedad y superficialidad, el «libre acceso a la información en Internet». La diferencia es muy elemental: en este último caso, la democratización se centra en el producto (el resultado puesto a vistas a través de una interface para su libre consumo), pues la información es equiparada a un producto de consumo (información-producto); en la democratización de la producción creativa, el libre acceso a la información pone en juego, por un lado, el libre acceso a las herramientas necesarias para desarrollar, con plena autonomía, los propios procesos de producción de información, es decir, poniendo al alcance de todos los cibernautas, sin excepción, los códigos para programar, diseñar, organizar, circular y visibilizar información en las redes. De este modo, por otro lado, se logra que la información deje de ser un simple producto u objeto de consumo, para que así pueda convertirse ya, del modo más inmediato posible, en una herramienta (información-herramienta) para la libre producción, la libre circulación, la libre visibilización y la libre aplicación de la información que circula de manera continua en la Internet y otras redes sociales, es decir, en el ciberespacio. Es por eso que, finalmente, el acento de este filósofo español está en el modo como una cibercultura basada en la democratización de la producción creativa supone o enfatiza el poner en práctica una cultura democrática desde la participación directa y simultánea de los ciudadanos digitales en todo el mundo y desde todo el mundo, ya sea para colaborar con la cultura global del código abierto o para emancipar su uso efectivamente mediante la libre innovación o creación de sus más diversas e inesperadas aplicaciones.
—Rafael Ángel Gómez Choreño—